Pandemia y cuarentena: una oportunidad para acercarnos a quienes amamos

Para muchas personas el covid-19 fue motivo de distanciamiento social, e inclusive familiar, para otras cohesionó más.

 

Por: José David Zambrano Riquero, sexto semestre.

 

Un domingo 5 de enero de 2020, navegaba distendidamente en internet aprovechando mi día libre del trabajo, cuando de pronto en la red social Twitter entre muchas fotos triviales, fake news y jocosos memes me detuve súbitamente en un comunicado publicado en la cuenta oficial: @WHO de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cual difundía un preocupante tuit: “#China ha informado a la OMS de un grupo de casos de neumonía —sin muertes— en Wuhan, provincia de Hubei. Se están realizando investigaciones para identificar la causa de esta enfermedad”.

En aquel momento, lo único que atiné a reflexionar fue: “pobres chinos, no salen de una para meterse en otra”. Y luego de ese pensamiento difuso y prejuicioso, seguí ‘matando el tiempo’ por unos minutos más leyendo noticias deportivas.

Transcurrieron los días y continué en mis actividades cotidianas con absoluta ‘normalidad’. Esa palabrita que en los próximos meses se transformaría en una desconocida ‘nueva normalidad’ que puso al mundo de cabeza.

Mi asombro fue creciendo cuando leía los diarios impresos, los medios digitales o encendía la televisión. Las noticias -hasta entonces internacionales- eran desalentadoras, pero la ya no tan desconocida “neumonía de Wuhan” o “nuevo coronavirus” se transformaba en su nombre de pila: COVID-19. Toda vez que cobraba primero decenas, centenas y después miles de vida en China, Tailandia, comenzó a diseminarse por varias naciones hasta que llegó a Europa en donde una desafortunada mujer austriaca fue la primera víctima.

Le dije a mi madre, que vive cerca de mi casa: “es solo cuestión de tiempo para que llegue a Ecuador”. Lamentablemente mi sentencia prospectiva se hizo realidad. Pocos días después, el Ministerio de Salud Pública (MSP) anunció en rueda de prensa que una “paciente ecuatoriana de 71 años, procedente de Madrid, España, quien llegó el 14 de febrero al país, fue el primer caso oficial de covid-19, en Ecuador”. De ahí en adelante, Guayas y Los Ríos comenzaron a multiplicarse en casos y víctimas.

Hasta que la noche del lunes 16 de marzo de 2020, el presidente de la república firmó el Decreto Ejecutivo 1017 que nos confinaba a un estado de excepción: “con la finalidad de contener la propagación del COVID19 en el país”.

Al día siguiente en todos los medios de comunicación se hablaba de una “nueva normalidad”: comercios cerrados, clases suspendidas, uso obligatorio de mascarillas, distanciamiento social y un país que respiraba dolor, incertidumbre y muerte. Así comenzó nuestra cuarentena. Cerré mi negocio de alquiler y reparación de computadoras. Utilicé los pocos ahorros que quedaban y me aprovisioné con alimentos y medicinas para un mes y medio que fue exactamente el tiempo que pasamos encerrados mis dos hijos y yo.

Al momento de entrar en cuarentena Brais, mi hijo mayor (4 años), y Fred, el menor (2 años), podría decir que solo conocía de ellos sus nombres. Pero no es que no me interesaba, solo que entre al trabajo absorbente y los estudios universitarios los dejaba a un lado. Siempre dejaba lo importante, por lo urgente.

Lo que antes ocupaba mi tiempo, con la pandemia no existía más. Entonces fue que aprendí y valoré lo que realmente me importaba: compartir tiempo en familia. Tiempo que una vez gastado, no tiene retorno. Preferíamos no ver noticieros porque las noticias eran demasiado crudas para mí y no quería que ellos supieran la realidad de lo que estaban pasando. Brais me preguntaba: ¿papi, por qué estamos encerrados si quiero ir al parque a jugar? Un nudo en mi garganta me impedía hablar y solo le decía: “pronto iremos, hijo, pronto”.

Mientras tanto me dediqué a jugar con ellos largas horas. Aprendí que a Brais no le gustaban las verduras, pero amaba la manzana y que tampoco le gustaba bañarse tan a menudo. En cambio, a Fred prefería que lo cargue “de caballito” sobre mis hombros y sus carcajadas eran música para mis oídos. Un aliciente para no quebrarme en la dura situación. Así transcurrió mi cuarentena. Entre juegos y más juegos aprendí a acercarme y conocer de verdad a quienes amo.

Aprovechemos el tiempo en familia, no importa si la pandemia ya está pasando. Vivamos la enseñanza que esta calamidad nos dejó. La enfermedad por coronavirus nos enseñó que el tiempo que pasamos junto a los nuestros es como un banco de ahorros de nuestros más bonitos recuerdos, para usarlos en tiempos de prueba. Disfrutemos de nuestros hijos y demás seres queridos mientras podamos.

Mientras el mundo se distanciaba yo me unía a ellos.