Por Génesis Abad, estudiante de Comunicación
Romantización de relaciones tóxicas
El amor es uno de los sentimientos más esenciales para los seres humanos, ha sido la principal fuente de inspiración de artistas y es la trama de miles de películas. Un amor romántico al que todos aspiran, pero ¿qué tipo de amor es?
En este aspecto, el cine ha desempeñado un papel significativo en la construcción de la idea del amor, moldeando expectativas y, en ocasiones, sesgando la realidad. Así es como ha surgido una tendencia preocupante en la que se romantizan actos abusivos.
Una relación tóxica se caracteriza por la falta de comunicación asertiva entre quienes la conforman, la dificultad para resolver conflictos, los celos y la falta de respeto por la opinión del otro. Alarmantemente, esta descripción encaja con la dinámica de parejas protagonistas en algunas películas y series románticas muy populares, en las que se presentan escenarios de ensueño y protagonistas físicamente atractivos, pero que exhiben conductas obsesivas, controladoras y violentas, con las que se espera el público empatice y justifique en nombre del amor.
Sin embargo, el problema no radica en el cine por mostrar este tipo de relaciones, sino en la forma en que estas producciones abordan el tema y en cómo lo puede interpretar la audiencia. En lugar de crear conciencia sobre los comportamientos dañinos, se los promueve como actos amorosos, evadiendo las secuelas físicas y psicológicas que pueden experimentar los involucrados, como la violencia de pareja, y pérdida de autoestima. Estas historias contribuyen a la creación de un imaginario social negativo sobre lo que debe ser una relación de pareja.
Desde ese punto de vista, el cine se convierte en el principal perpetuador de mitos románticos con pensamientos poco saludables, como el que el amor vence todas las barreras, se tiene que sufrir por amor, del odio al amor hay un solo paso o los celos son sinónimo de amor. Estos clichés suelen desdibujar la línea entre la pasión y la violencia, y a menudo resulta difícil distinguir dónde termina una y comienza la otra.
Este tipo de interacciones se retratan frecuentemente en películas para adolescentes, un grupo poblacional que no cuenta con las herramientas necesarias para reconocer que no son acciones dignas de imitación. Para ellos, el cine se convierte en un manual de cómo vivir la vida.
Manipulación emocional: la “persistencia” no es amor, es acoso
Las personas por naturaleza son libres, tienen la capacidad de decidir cómo relacionarse con los demás, y pueden establecer límites de ser necesario. No obstante, en gran parte de las producciones cinematográficas, la idea es contraria: “el amor no conoce límites”.
Bajo esta creencia, las películas nos muestran personajes que constantemente están invadiendo el espacio de su interés romántico y minimizando sus deseos. Un ejemplo de ello es la conocida producción “El diario de una pasión”, cuyo protagonista, Noah, lejos de ser un hombre romántico, es solo una persona incapaz de aceptar una negativa por respuesta, que desarrolla conductas acosadoras, manipuladoras y obsesivas, al convencerse de que Allie, la protagonista, es el amor de su vida. Él hace todo lo posible para estar con ella, desde perseguirla, hasta amenazar con quitarse la vida si no accede a que salgan juntos.
Estas conductas mencionadas anteriormente, por lo general, vienen acompañadas de “grandes actos de amor”, gestos que, en lugar de buscar la felicidad de la otra persona, terminan ejerciendo una gran presión para que ésta ceda y finalmente se constituyen como una expresión de acoso y chantaje emocional. Sin embargo, están muy normalizados en los filmes románticos, donde es común que un chico investigue absolutamente todo sobre la chica que le gusta, desde su dirección hasta sus preferencias y actividades, como se ve en “10 cosas que odio de ti”, donde el galán, Cameron, averigua todo acerca de dos hermanas que le interesan e incluso planea engañar a una para poder salir con la otra.
No solo los hombres tienen tendencia a conductas obsesivas; las mujeres también. Así lo demostró Sierra en “Sierra Burgess es una perdedora”, comedia adolescente donde se relata la historia de una chica con problemas de autoestima que consigue enamorar a un chico popular, pero, que, en el proceso, comete varios actos cuestionables, como pretender ser alguien más, besarlo sin su consentimiento, perseguirlo, usar y manipular a sus amigos. Con sus acciones, Sierra se convierte en la villana de su propia historia, aunque al final todo se vuelve justificable “porque estaba enamorada”.
Bad Boys: guapos, dañados y en busca de la redención
Si bien el comportamiento acosador puede provenir de hombres y mujeres, es importante analizar las diferencias marcadas que se le suelen atribuir a estos grupos. Los protagonistas masculinos, por su lado, son carismáticos e ingeniosos, pero también arrogantes, narcisistas, agresivos, y sobre todo atractivos, siendo esta última característica la que predomina, ya que, independientemente de sus acciones, se les justifica por su apariencia física. Así, la belleza pasa a ser un factor determinante para juzgar las acciones de un individuo.
A este tipo de personajes se los puede catalogar como “bad boys”: jóvenes apuestos con una moralidad cuestionable y un desdén por la ley. Un destacable ejemplo es Hache, de “3 metros sobre el cielo”. Esta película es una de las más populares entre los adolescentes, pero su desarrollo romántico es bastante controversial. Para empezar los personajes se conocen en la calle cuando él la toca sin su consentimiento, a la que le siguen otras formas de comportamiento obsesivo acosador: extorsión, secuestro y robo.
Los “héroes” románticos de estas películas son violentos, impulsivos y manipuladores, pero con un pasado trágico que justifica su duro exterior; actitud que cambia cuando conoce a la protagonista porque ve en ella la salvación. Esto sucede también en otras producciones adolescentes, como “A través de mi ventana”, “Culpa Mía” y “El Stand de los besos”. En esta última, se representa a los celos como prueba de amor en la dinámica entre Noah y Elle, los personajes principales. donde él sabotea secretamente todas las interacciones que ella tiene con chicos, y en más de una ocasión, utiliza la fuerza para intimidarla: en una escena Elle sale enojada del auto, pero se paraliza cuando Noah la sigue, golpea el vehículo y grita. Acciones que más allá de mostrar la tensión y química entre los protagonistas, retratan expresiones de violencia.
Los personajes femeninos, en tanto, son devotas, sumisas, con una tendencia de salvadora y una firme creencia de que pueden reformar y cambiar al hombre. En palabras de la antropóloga feminista Coral Herrera: “las mujeres fuimos educadas para aguantar malos tratos, indiferencia, y para sufrir todo el tiempo por amor, en todas las películas nos dicen que cuanto más sufres, más grande será la recompensa. Es el masoquismo romántico el que nos mantiene en relaciones tóxicas y dañinas”
El cine promueve el estereotipo de masculinidad y feminidad con una dinámica de pareja que se caracteriza por la dependencia emocional. Esto se puede observar en la saga “After”, que se enfoca en la historia de amor entre una chica inocente y un misterioso chico, quien solo se acerca a ella por una apuesta, y aunque ella fue lastimada, termina por perdonarle cuando él le dice que se enamoró “de verdad”. Sin embargo, es válido cuestionar si realmente luchan por amor o por mantenerse enamorados, dado que en el transcurso de la historia se puede visualizar que Tessa, la principal, no puede confiar ni ser feliz con Hardin, el protagonista, y él se vuelve más autodestructivo sin ella, así que terminan y vuelven; él la lastima, ella lo perdona y así, sucesivamente. Es un círculo vicioso de reconciliación y separación, de daño y perdón, del que ellos son conscientes, pero aún así no quieren rendirse “porque se aman”.
La industria audiovisual y literaria ha vendido durante años historias de amor tóxicas bajo la justificación de ser solo ficción. No obstante, el público que las consume no siempre diferencia la ficción de la realidad, por lo que terminan aprendiendo, replicando y normalizando lo que ven en la pantalla, trasladando esos romances abusivos a sus propias relaciones en el mundo real.
No se trata de satanizar todas las relaciones románticas que presenta el cine, pero sí abrir el debate y cuestionar los rasgos dañinos que pueden calar en la mente de la audiencia y desdibujar un sentimiento como el amor, que cuando es verdadero, procura la comunicación, la libertad, el respeto y el bienestar del otro.