Foto: Sitio web Faros
Por Kathya Correa, estudiante de Comunicación
La música es un elemento básico que afecta la formación y educación cultural. En un mundo que tiende a ser extremadamente homogéneo, la música parece ser la última salida en busca de romper esa uniformidad, pues es un canal de expresión de la identidad propia. Hoy en día, normalmente las preguntas que la mayoría de la gente suele hacer antes de conocer a otros están relacionadas con el género musical que escuchan, ya que de esta manera se pueda dar a conocer cuáles son sus criterios y sus formas de pensar y formar una relación.
La música también genera una sensación de libertad, acompaña en momentos de soledad, ayuda a pensar en lo que se vive; en algunos casos, es un “instrumento” para expresar sentimientos de varias maneras.
Sin embargo, el poder elegir el género musical no siempre es una decisión fácil para los jóvenes. En muchas ocasiones la presión de los padres o ya sea de temas religiosos, los jóvenes se ven limitados a elegir libremente. Esto trae como consecuencia que para ellos les sea complicado crear su propia identidad, y con ello, desarrollar sus propias opiniones. Por lo tanto, el impacto de la música para los jóvenes no solo es emocional, sino que también tiene mucho que ver la influencia psicológica.
Otro aspecto conflictivo es el uso del lenguaje vulgar en algunos géneros musicales populares, como el trap y el reguetón, que en ciertos casos denigran a la mujer. Este tipo de léxico puede influir negativamente en la percepción de los jóvenes en relación a la figura femenina o la sexualidad, ya que propician y normalizan la violencia tanto física, psicológica y verbal. Frente a ello, es importante trabajar en desarrollar posturas más críticas al tratarse de este tipo de contenidos, de tal manera que los jóvenes puedan diferenciar y valorar mejor la música que escuchan, no solo por su ritmo, sino que también por sus tipos de mensajes.