A pesar de la distancia y los obstáculos, cientos de estudiantes de la UNEMI se esfuerzan por educarse

Por Solange Vargas Quinto, estudiante de Comunicación

 

Habitamos en un mundo donde el mínimo esfuerzo ha ganado terreno gradualmente; todo se nos ofrece de una forma más fácil, cómoda e inmediata. Esta parece la elección más beneficiosa, especialmente para las nuevas generaciones, que son siempre criticadas por preferir su comodidad antes que el trabajo duro.

Sin embargo, todavía existen jóvenes que se esfuerzan por vencer dificultades en busca de sus sueños. Un ejemplo de ello son los estudiantes de la Universidad Estatal de Milagro (UNEMI) que recorren largas distancias para poder educarse. Este centro de estudios se caracteriza porque gran parte de su alumnado proviene de otros puntos del país, tanto de la Costa, como la Sierra, la Amazonía y hasta del extranjero, en sus tres modalidades de estudios presencial, en línea y semipresencial.

“Me motiva el poder ser profesional y recompensar el esfuerzo de mis padres que me acompañan desde la madrugada para poder estudiar”. Ese es el testimonio de Mariela, de 25 años, quien viaja diariamente 4 horas desde la hacienda La Prosperidad, donde ella vive, para estudiar Comunicación Social en la UNEMI.

 

Jóvenes estudiantes se transportan diariamente hasta UNEMI para cumplir con su proceso académico.

La rutina de Mariela inicia a las 04:00 am. A esa hora se levanta. Su papá la lleva en su motocicleta desde la hacienda hasta la cabecera cantonal de Salitre para que pueda tomar el bus que la lleve a Guayaquil. Ella cuenta que sus salidas son en la oscuridad total, pues no hay alumbrado público y debe recorrer caminos sin asfaltar, en medio de la naturaleza. Pero más que el miedo al ambiente que la rodea, su temor es ser víctima de la delincuencia que vive el país.

Aproximadamente 5:30, llega a coger el bus de la ruta Salitreña para dirigirse a la Terminal Terrestre de Guayaquil. A ese punto arriba a las 07:30 aproximadamente, cuando suele encontrarse con sus compañeros que vienen de otros lugares. Se saludan y se dirigen a la oficina de la cooperativa de transporte Mariscal Sucre, donde compran los boletos que los llevarán a Milagro.

Como ella, otros 500 estudiantes viajan cada día por esa línea de buses, según los responsables de la oficina de atención al público de la Mariscal. Una de las oficiales de transporte, quien prefirió no identificarse, indicó que al día se movilizan 18 buses, cada uno con 37 pasajeros y más del 90% son estudiantes de la UNEMI.

El camino universitario no es fácil, requiere de mucho esfuerzo y constancia para conseguir buenas notas y destacarse en las actividades.

Sabemos que si nos esforzamos y persistimos todos nuestros objetivos van a logran un gran éxito”, destaca Mariela.

No obstante, no todo el recorrido es malo, dice. El conocer las distintas culturas de donde provienen y el ambiente de amistad que se forma durante el viaje recompensan el sacrificio.

Así, por ejemplo, Mariela ha fortalecido una amistad con Romina, otra joven salitreña con quien coincidió en la universidad. “Antes estábamos juntas en el colegio y no éramos amigas. Hoy, viajamos juntas y conversamos, compartimos el desayuno, repasamos las materias y hacemos trabajos juntas”, cuenta.